domingo, 28 de marzo de 2010

Sábado















Te dije que necesitaba ir, tú no querías que vaya, no me querías exponer, decías y yo lo sabía, te entendía, pero como ves, todo resultó bien, pues abrí los ojos, pues la verdad me saltó al rostro y me lo devoró, me sacudió el alma y me gritó: ¡mírame de una vez!. Eso me bastó, lamento no haber ido a aquel bar-café francés que tenías planeado, lamento las lágrimas desesperadas y mis argumentos que cada vez perdían más validez, lo siento, pero era necesario, como habrás visto, como habré visto, todo fue necesario... asistí una vez más al escenario de mis lamentos, de mis fracasos y este no me decepcionó, me dió lo de siempre y con fuerza, sé que si antes me había engañado con medio Lima, esta vez habrá completado su lista de engaños, yo que sé... aún recuerdo su mirada al verme ahí inesperadamente en la puerta de su casa, mientras él salía una vez más a prostituir sus besos, sus risas, su mirada... recuerdo el rostro aquél que no reconocí, no era más él, lo veo temeroso de que arruine sus planes, preguntando por dónde estabas tú, para que pudiese marcharse sin culpas a su teatro imaginario a interpretar aquél personaje que tanto le gustaba, porque solo yo sé quién es realmente, porque solo yo supe hacer que se mirara para adentro, yo lo sé más de lo que él se sabe, pero le gusta su papel y cuando caiga el telón se verá solo y sin público que aplauda como siempre sus ocurrencias, risas, bromas, interpretaciones... pues todos habrán avanzado mientras el se preocupaba por darles lo que pedían... mi mirada se fue cubriendo de lágrimas mientras se alejaba...
Pero pasó que esta vez no fui atrás, pasó que esta vez me quedé parada mirando cómo es tan fácil que tus sueños y esperanzas se alejen vistiendo una camisa a cuadros y un pantalón caqui, como es que pasan a tener el rostro más cruel del mundo y la espalda más cruel también, esa que tantas veces observé alejarse, esta vez me había encontrado cansada de ir hacia ella, resignada a su lejanía...
Me subí al auto tuyo y empecé a llorar a mares, el semáforo vino a tiempo para tu abrazo y un calmante... pero ya la noche se había arruinado, todo se había arruinado.

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